
Tal vez, los primeros segundos que lo vimos en la pantalla de cine nos asustó un poco. Ver un enano que como cabeza era un pie al revés pero que tenía ojos, brazos que casi arrastraba por el suelo; piernas, grandes ojos y un cuello que subía y bajaba según la curiosidad del alienígena. Pero a los pocos minutos se apoderaba de nosotros llenando de amor y cariño nuestros corazones de niño.

Su creador, la mente pensante de todo ésto, fue el director de cine Steven Spielberg, quien en una sola película mezcló la alegría y la tristeza, las lágrimas y las sonrisas; la duda, el temor y un desenlace muy alegre pero que dejó a todo el mundo con lágrimas en los ojos.
Y es que a Steven Spielberg el amor que tiene por los seres de otros planetas ya había quedado patente en películas anteriores como es el caso de "Encuentros en la tercera fase" en la que no podemos olvidar esa breve melodía de cinco notas musicales para comunicarse con los extraterrestres. Pero, en esta ocasión, la película de "E.T. El extraterrestre" superó las barreras de la ciencia ficción para convertirse en un clásico del cine familiar.

Spielberg dio, además, la oportunidad a dos jóvenes promesas que a lo largo de su vida cinematográfica y privada han tenido sus éxitos y fracasos hasta el día de hoy en que ambos siguen triunfando en apariciones en televisión y en películas.
Henry Thomas (Elliot) y Drew Barrymore (Gertie) hicieron las delicias interpretativas del público y de todos los que hicieron posible esta obra de arte. Thomas consiguió el papel de Elliot porqué consiguió llorar y hacer llorar a Spielberg mientras recordó en el casting, vestido de Indiana Jones, cómo había muerto su perro. Un buen método, aun siendo un niño, para hacer un gran papel dramático. Con Drew Barrymore, la nieta del legendario actor John Barrymore fue algo totalmente diferente que asombró al director. Drew tenía sólo seis años, pero se le notaba una increíble soltura. En un momento de la prueba, Spielberg le pidió que le contara alguna historia de su infancia, la niña empezó a contarle, uno tras otro, relatos realmente asombrosos que supuestamente le habían sucedido, incluso una aventura apasionante con una banda punky de música rock. El director se quedó tan desconcertado con la capacidad de inventiva tan asombros de Drew, que le dio el papel inmediatamente.

En lo que se refiere a E.T, originalmente, era una criatura gorda, simpática y de baja estatura que provenía de un cálido planeta con una fuerza de gravedad muy superior a la del planeta Tierra. Spielberg lo quería con un perfil semejante al del pato Donald y con un rostro lleno de mezclas: Quería los ojos de Einstein y la papada de Hemingway. Probó vańos fotomontajes y todos le parecieron demasiado ridículos, pero algunos de ellos dejaron su huella en el personaje definitivo tal y como lo hemos conocido.

Muchos serán los recuerdos y las anécdotas de todos los que han podido ver la película, un filme que aun, 30 años después, despierta la curiosidad, la sonrisa y las lágrimas de grandes y pequeños. Nunca es tarde para volver a ser niño por un instante.
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